Leonardo Pineda, Bruno, Bogotá, 2002
Presentación
Cuando uno realiza un
trabajo de investigación y lo publica siente la satisfacción de haberlo
logrado; pero esta satisfacción genera una incertidumbre al no saber qué
impacto tiene en los lectores; sobre todo, hoy en día, cuando se conoce que los
libros sobre papel y con cubierta están perdiendo su protagonismo en la
transmisión de información o conocimientos, no solamente por factores
económicos (costos), sino, también, porque el mundo de las comunicaciones se ha
transformado radicalmente con las redes virtuales. En el año 2011 publiqué el
libro El laberinto del eterno retorno
en el que acumulé de manera independiente, al no tener un patrocinio
institucional, un conjunto de fragmentos de conocimiento producidos en la
genealogía de La gran cadena del ser.
Historia de una idea (Arthur Lovejoy, 1936) de la tradición occidental, que
había unido como eslabones a lo largo de mi experiencia profesional como
arqueólogo e historiador.
No se trata de plantear
el falso dilema de si hoy en día vale la pena el esfuerzo que significa
investigar y editar los resultados obtenidos, o por el contrario, si hay que
caer en la tentación de publicar, en los medios electrónicos, breves escritos
en los que se expresan opiniones personales. Es un falso dilema porque pienso
que la segunda opción es complementaria de la primera. Un libro se escribe con
ciertos recursos metodológicos que ayudan a profundizar la problemática
tratada, al mismo tiempo que con formalismos académicos necesarios que exigen
una lectura y una escritura más pausadas. Un artículo, como este que publico en
mi blog, es un escrito más rápido que pude concebirlo como un derivado de la
obra publicada. No pretende ser un absurdo resumen, sino, por el contrario,
contiene una reflexión particular relacionada con el contenido del libro, que
surge con el paso de unos años; por eso, al hacerlo satisfago el deseo de ser
más directo, al liberar mi escritura de citas de autores, que me otorgan una
autoridad intelectual.
Los medios de comunicación contemporáneos
En la historia de la humanidad la trasmisión del
conocimiento ha desempeñado cambios revolucionarios, primero con la invención
de las escrituras, que configuró con ideogramas, signos alfabéticos y numéricos o con símbolos
jeroglíficos la permanencia material de los antiguos saberes y facilitó el funcionamiento
de las culturas; en segundo lugar, con la invención de la imprenta por
Gutenberg en el siglo XV, importante mecanismo que contribuyó con el auge de la
primera etapa de la modernidad, al ampliar la cobertura e incrementar y facilitar
la transmisión individual de los conocimientos, con la circulación de los
libros impresos.
En el presente, las
transformaciones tecnológicas de los medios de comunicación a escala global,
desde la segunda mitad del siglo XX, han llevado a proponer el inicio de una
nueva era llamada digital o de la informática por el dominio de los
computadores o procesadores en todas las actividades humanas. No es exagerado
decir que el mundo moderno depende de ellos a escala institucional, empresarial
e individual; todo está mediado por los computadores constituidos por un
software o conjunto de programas informáticos, con instrucciones y reglas que
ejecutan actividades relacionadas con la producción y comunicación de
conocimientos e información general.
Hablar de computadores
implica utilizar la Internet como una gran red universal que asocia varias
redes de comunicación de manera intercomunicada, simultánea, interactiva y con alta
velocidad (fibra óptica, radio frecuencia, línea telefónica y otras). La Internet
integra todos los medios de comunicación modernos: páginas web, transmisión de
archivos, conversaciones en línea, mensajería instantánea (correo electrónico,
chat), comunicación multimedia (telefonía y televisión), blogs, redes o portales sociales
y canales para el entretenimiento (juegos, música, películas). Las prodigiosas
memorias de los ordenadores no solo almacenan millones de datos (escritos,
visuales y sonoros), sino que actúan de manera sistemática con algoritmos que
determinan el comportamiento de las sociedades. Se puede afirmar que de la Internet
depende el funcionamiento de la economía global, los sistemas políticos,
religiosos y de cualquier orden cultural, al afectar los discursos ideológicos
y los comportamientos emocionales de la población mundial.
En primera instancia la Internet es valorada como el mayor avance científico de los medios de comunicación.
Las llamadas redes sociales le posibilitan a millones de individuos, de manera interactiva, llenar el
vacío de su soledad con discursos e imágenes en los que explicitan sus ideales,
creencias y manifiestan sus afectos, deseos,
pasiones y frustraciones; esto ayuda a explicar la gran acogida y eficacia que
han tenido estos medios a escala individual y grupal; importante aceptación que
mitiga las ansiedades, generando la homeostasis necesaria en la regulación de
los desequilibrios inherentes a la sociedad contemporánea.
La Internet es el mayor
logro del antropocentrismo de la modernidad que ha privilegiado el conocimiento
científico y sus innovaciones tecnológicas, por su eficacia inmediata que aventaja
el efecto producido por las teorías filosóficas y las verdades teológicas
dogmáticas. Todavía es difícil medir las consecuencias o cambios que las
tecnologías de la informática están produciendo en el mundo; hasta ahora es
admirable la libertad que tienen las personas para comunicarse, pero, es bueno
no olvidar que del control de los medios de comunicación depende el equilibrio
de los poderes locales y mundiales; los grandes avances científicos también han
servido para fortalecer la locura del poder, propia de las pasiones humanas.
A diario y de manera
permanente durante las 24 horas del día, la radio, la televisión y los
teléfonos celulares transmiten información internacional sobre lo que acontece
en los campos político, económico y cultural de manera simultánea y acelerada,
como si se tratara de la oferta de un supermercado global en el que se venden
en línea, como mercancías, discursos ideológicos y estados anímicos. Lo que
divulgan los medios de comunicación masiva tiene el poder persuasivo de establecer
lo que es la realidad.
Los sucesos se
presentan en un mismo horizonte informativo que los relativiza y transforma en
una realidad virtual. Los encuentros de los gobernantes de los países más
poderosos que se reúnen para tomar medidas económicas de impacto mundial, se
transmiten de manera sincrónica en la misma frecuencia en la que se muestran escenas
de una catástrofe natural, una guerra o un atentado terrorista, un campeonato
de fútbol, la extrema pobreza en que viven los habitantes de un barrio
marginal, un concierto de rock, un partido de fútbol, un desfile de modas y un
viaje turístico en el que se indican las últimas tendencias de restaurantes y
hoteles de lujo, accesibles a un sector social privilegiado. Los hechos se
estandarizan al perder la esencia que los diferencia; se transforman en
opiniones que se consumen como las avasalladoras pautas publicitarias que patrocinan noticieros y programas de entretenimiento.
Antes de la revolución
digital, el aprendizaje de normas culturales y conocimientos se llevaba a cabo
en un espacio local o regional, con la intervención directa de las personas y los
libros impresos como mediadores que establecían la dimensión universal del
conocimiento. En la educación tradicional el maestro o profesor transfería su
saber al aprendiz o alumno (receptor, sin luz del conocimiento) con silogismos
y con el recurso aristotélico de las tres potencias del alma: entendimiento,
memoria y voluntad. Ahora, los individuos no necesitan ejercitarlas, porque
ellas han sido transferidas a los medios de comunicación y aprendizaje con una
tecnología especializada. Las personas no memorizan porque para eso existe el
disco duro, la memoria RAM de los computadores que les responde de manera
instantánea e induce su voluntad para adquirir un conocimiento.
La enseñanza habitual,
unidireccional y encasillada, se transformó en un laberinto, que a diferencia
del cretense, tiene muchas entradas y salidas. El internauta corre el riesgo de
naufragar o perderse en los pliegues y repliegues de las olas informáticas, al
no existir el hilo de Ariadna con el que podría alcanzar el centro del
conocimiento verdadero o encontrar la única salida después de dominar al
Minotauro y sortear los oscuros pasajes y recodos de su mente; Ariadna (Araña)
ha transformado su hilo conductor en la trama y la urdimbre de una red de comunicaciones
virtuales, que teje y desteje de manera permanente.
El tiempo y el espacio
El tiempo y el espacio son dimensiones inmanentes al
cosmos y la naturaleza porque todo lo que tiene un principio se transforma y tendrá
un fin. En la tierra todos los seres orgánicos, animales y vegetales, perciben
el espacio y el tiempo porque son los elementos físicos de los ciclos vitales
que se reiteran desde su origen en un mar primigenio: todo organismo unicelular
o pluricelular que nace se desarrolla, reproduce y muere en un determinado
ecosistema; nacer para luego morir es el tiempo biológico; la vida y la muerte
dependen del tiempo climático, de un ciclo estacional variable que es la
interacción de elementos físicos y químicos, terrestres y atmosféricos, que
hacen parte de la dimensión astronómica del sistema solar, y que son
determinados principalmente por la atracción gravitacional
mutua del sol y la luna con la tierra, que se protege con su campo magnético.
Los organismos compiten para sobrevivir, adaptándose a un espacio natural y
durante el tiempo que dura su ciclo vital. El tiempo de la evolución de la vida
en la tierra está inmerso en el periplo solar, que a su vez hace parte del
espacio ilimitado de la energía oscura del universo, donde el tiempo se
desplaza a la velocidad de la luz.
Los animales sienten el espacio y el tiempo de diversas
maneras, pero la única especie que toma conciencia de ellos es la humana; de
ahí la necesidad que ha sentido, desde la aparición de los primeros homo
sapiens, de explicarlos, medirlos o controlarlos. El tiempo y el espacio como
creaciones culturales han tenido múltiples interpretaciones mágicas,
religiosas, filosóficas y científicas. Desde épocas prehistóricas, las
sociedades humanas han comprendido que los ciclos de la vida terrestre eran el
tiempo inscrito en una dimensión espacial astronómica; que el día depende del
sol y la noche de la luna y otros astros. En este sentido el espacio y el
tiempo siderales dieron origen a las cosmovisiones o pensamientos míticos, a
las astrologías en las que los fenómenos climáticos y los astros principales
fueron sacralizados por ser energías poderosas de las que dependía la
sobrevivencia; el espacio y el tiempo míticos fluyen a partir de su creación
por los dioses o padres originales que en el principio llenaron el vacío de la
nada o determinaron y ordenaron el caos existente.
Con la observación del espacio celeste se estableció el devenir
de los astros o estrellas, la regularidad de sus desplazamientos y su
vinculación a los cambios climáticos en la tierra, creando calendarios solares,
lunares y venusinos, en los que se ritualizaban los registros siderales, las
etapas de transformación del cosmos, el tiempo de la creación de los seres
vivos y de los fenómenos que se dan en
la tierra.
En la antigua Grecia algunos pensadores presocráticos empezaron
a observar la naturaleza y a dar explicaciones lógicas sobre la materia animada
e inanimada, diferentes a las de los relatos míticos, en los que intervenían
los dioses. Sus deducciones dieron origen a la filosofía en la tradición
occidental, ciencia del logos que se estructuró como un corpus teórico con
Sócrates, su discípulo Platón y luego con Aristóteles. La filosofía significó la
potencialización creativa de la mente, la separación del mundo físico del
metafísico, del ser humano de su entorno natural; la diferenciación
(fragmentación) del cuerpo como realidad material (mortal) y del alma como
mundo ideal (inmortal); del ser como
pensamiento, como espacio de las ideas y conceptos que perduran a diferencia
del devenir, de los fenómenos o hechos que son realidades temporales, perecederas.
La mitopoesía y la danza de tiempos arcaicos integrantes
de la sabiduría chamánica y el culto dionisíaco, como coro ditirámbico, se
transformaron en la tragedia, la puesta en escena apolínea en la que además del
corifeo dialogan algunos actores que representan dioses, héroes o seres humanos que no pueden liberarse de un
destino trágico. El tiempo y espacio de lo cantos de la Ilíada y la Odisea
fueron escritos por Homero transformándolos en mitología; los mitos, fueron
considerados por Aristóteles como relatos imperfectos por no ser producidos por
la razón, y fueron desplazados por la filosofía como ciencia amiga de la verdad
que explica la realidad, con argumentos lógicos. Las ideas, de acuerdo con
Platón, por trascender todos los entes, son realidades inmateriales, increadas,
eternas e inteligibles que constituyen la esencia de todo lo que existe. La
realidad sensible es material y existe como proyección imperfecta de las ideas.
El ser humano esta compuesto de una parte material (cuerpo), sensible y
corruptible, que deviene, y una sustancia espiritual (alma), indivisible,
eterna, con funciones cognitivas y virtudes que animan al cuerpo. El Dios
creador del universo (Demiurgo) contempla las ideas y las utiliza como modelos
para crear las cosas, y establece las clases de seres en el mundo sensible y
temporal.
En la antigüedad, la historia era una secuencia de hechos
propios de cada civilización, como en el antiguo Egipto donde está asociada al
poder sagrado de los gobernantes, a una genealogía de dinastías, en las que con
el recurso de la escritura y una cronología jeroglíficas talladas en las rocas
de santuarios y monumentos se dejó constancia de sus grandes empresas. Estas
historias políticas y militares tenían un carácter religioso no solamente
porque se iniciaban con el acto divino del génesis de todo lo existente, sino,
además, porque los reyes o emperadores eran descendientes de los dioses
creadores o tenían una investidura divina, que los autorizaba para mandar en
sus territorios y que dependía de una clase sacerdotal que le rendía culto a
las divinidades en grandiosos templos.
En la Grecia antigua, los primeros historiadores como Heródoto consideraron que el pasado de una civilización extranjera o bárbara se podía indagar visitando su ruinas y preguntándole a los habitantes por el origen de su construcción y su posible significado. En este sentido la historia eran relatos conservados por una tradición oral (leyendas) que se escribía al lado de observaciones y descripciones de las costumbres nativas que le llamaban la atención al viajero; más que una secuencia cronológica de hechos era una descripción cultural y etnocéntrica, en la cual el pasado estaba vivo en el presente.
En la Grecia antigua, los primeros historiadores como Heródoto consideraron que el pasado de una civilización extranjera o bárbara se podía indagar visitando su ruinas y preguntándole a los habitantes por el origen de su construcción y su posible significado. En este sentido la historia eran relatos conservados por una tradición oral (leyendas) que se escribía al lado de observaciones y descripciones de las costumbres nativas que le llamaban la atención al viajero; más que una secuencia cronológica de hechos era una descripción cultural y etnocéntrica, en la cual el pasado estaba vivo en el presente.
La historia sagrada del Antiguo testamento es la memoria
del pueblo judío, de la revelación divina que luego se integró a la vida,
pasión y muerte de Jesucristo como Dios e hijo de Dios encarnado, a sus
enseñanzas morales narradas por los apóstoles (Nuevo testamento), surgiendo la
religión monoteísta cristiana que propone una historia humana y sagrada al
mismo tiempo, con una proyección teleológica, de redención y salvación, que
tiene un fin apocalíptico, el triunfo del reino de Dios, al final de los
tiempos. Los padres de la iglesia medieval se encargaron de transformar los
misterios cristianos en verdades dogmáticas, aceptadas por la fe con el recurso
de la razón, constituyendo la filosofía Escolástica; ontoteologìa establecida
como el único credo verdadero, que justificó la destrucción de las antiguas
religiones por ser calificadas como paganas o idolátricas, al rendirle culto a
falsos dioses.
La Escolástica contiene entre sus principios doctrinales
la existencia de un ser humano constituido por un cuerpo como realidad material
y mortal, de naturaleza diferente al alma como presencia divina inmortal; la
humanidad tiene un origen sagrado y un devenir controlado por Dios y con un fin
espiritual predeterminado, que de acuerdo con Agustín de Hipona es alcanzar la
ciudad celestial. El Cristianismo, a diferencia del Judaísmo y las religiones
politeístas del mundo antiguo, se definió como una religión universalizante que
debía expandirse e imponerse a todas las culturas, marcando el comienzo de una
historia universal dividida en dos grandes épocas, con un referente religioso:
antes de Cristo (a. de C.) y después de Cristo (d. de C.).
A partir del siglo XV en Italia, el renacimiento de los
textos antiguos de los filósofos y tratadistas greco-romanos, el descubrimiento
de ruinas arquitectónicas y obras de arte de la antigüedad clásica fomentaron un
ambiente intelectual propicio para el impulso de una filosofía racional moderna,
y de una ciencia experimental, con cálculos matemáticos y observaciones
telescópicas de los astros que llevaron a la creación de una nueva Astronomía,
ciencia que desplazaría el geocentrismo medieval, al reemplazarlo por un modelo
heliocéntrico; revolución copernicana que replanteó la cosmología aristotélica
y la exégesis escolástica de las sagradas escrituras.
La tierra al dejar de ser el axis mundi del universo y
girar alrededor del sol como otros planetas fortaleció la propuesta de un
tiempo astronómico y fomentó el desarrollo de nuevas teorías físicas, como la
de Newton, que propuso la ley de la gravedad y explicó el movimiento de los
astros inscritos en la armonía de una ley gravitacional. Las cronologías de
reyes y emperadores que se remontaban a los libros sagrados bíblicos, de
profetas que revelaban la venida de Jesucristo como redentor de la culpa del
pecado original y anunciaban un devenir teleológico se relativizaron como
asuntos de fe religiosa, al generarse la apertura de una mirada hacia un
universo real, de magnitudes temporales y espaciales conocibles. Los relojes
solares y las clepsidras fueron opacados por las observaciones astronómicas que
se podían lograr con aparatos de medición celeste y con el perfeccionamiento de
los relojes de engranajes y péndulo de gran precisión mecánica. El tiempo y el
espacio astronómicos como realidades científicas fueron el soporte de
pensamientos filosóficos modernos, en los que los fenómenos naturales se podían
definir y comprobar con procedimientos experimentales, que servían para deducir
leyes mecánicas, independientes de aspectos religiosos o mágicos, y sobretodo,
con una validez universal.
En los albores de la modernidad occidental, la separación
entre el ser y el devenir establecida por los filósofos de la antigua Grecia y
dogmatizados por el cristianismo, se mantuvo como algo fundamental. Lo nuevo o moderno
fue la desviación o separación establecida por la ciencia nueva que sin
pretender rechazar las verdades cristianas se atrevió a conceptualizar la
naturaleza y el universo como realidades materiales que se podían conocer
empíricamente, más allá de su origen divino. Los científicos pensaron que no se
oponían a las autoridades eclesiásticas porque ellos estaban investigando la
parte corpórea u orgánica de los seres naturales y no el mundo sobrenatural de
lo divino, de los ideales neoplatónicos y de los valores espirituales de la
moral cristiana, que estaban controlados por los teólogos. Los pioneros de la
ciencia a partir del siglo XVII así como se inventaron el telescopio para
indagar los misterios del cielo, también construyeron los primeros microscopios
ópticos para ir más allá de lo que el sentido de la vista les permitía apreciar de las formas y empezaron a
descubrir los elementos de un micro universo con el que terminarán explicando
la vida de los seres orgánicos y las estructuras de las cosas inorgánicas, conocimientos
que se perfeccionarán en los siglos posteriores con los avances tecnológicos de
la óptica que aumentarán el campo de visión de los lentes.
Entre los siglos XVIII y XIX se multiplicaron los viajes
científicos alrededor del mundo para obtener conocimientos que consolidaron las
teorías de las nuevas ciencias de la naturaleza, la Cartografía, la Botánica,
la Zoología, la Mineralogía, la Medicina, la Astronomía y se despertó un
interés por explicar la historia de la tierra con estudios geológicos y
paleontológicos que empezaron a descubrir que la naturaleza no era inmutable,
desde su creación divina, que se había transformado de manera permanente en un
tiempo geológico, generando preguntas con respuestas diferentes a las dadas en los
textos sagrados del Antiguo testamento.
El siglo XIX fue un período histórico de grandes cambios
sociales, económicos, políticos, jurídicos, artísticos y científicos. Con la revolución francesa, el antiguo y despótico régimen monárquico entró en crisis
y fue suplantado por los estados nacionales y los gobiernos democráticos que
implementaron el sistema económico capitalista fortalecido con la revolución
industrial. Las nuevas generaciones de escritores además de expresar un
sentimiento romántico también escribieron sobre una realidad social conflictiva,
no idealizada; los filósofos hablaron del derrumbe de los valores filosóficos y
morales de la tradición occidental y sintieron la necesidad de encontrar el
origen filológico de esta crisis, ya sea en la Grecia antigua o en los excesos
espirituales y emocionales barrocos; los artistas se atrevieron a rechazar la
estética impulsada por las academias de bellas artes que imponían los cánones ideales
del clasicismo y crearon de manera irreverente lo que hasta ese momento no se
había permitido.
Las ciencias naturales y sociales se consolidaron durante
el siglo XIX con el desarrollo de las teorías del positivismo filosófico. El
hallazgo de curiosos artefactos de piedra que definitivamente fueron tallados
por seres humanos y no producto de fenómenos atmosféricos, unido al gusto
ilustrado de coleccionar antigüedades y curiosidades en gabinetes, trajo como
consecuencia otra ruptura con el mundo escolástico: los investigadores
descubrieron que el ser humano, como máxima creación divina, con un alma
inmortal, no había permanecido inmutable, lo mismo que los demás organismos
naturales. Estos hallazgos fortalecieron el poder filosófico de la ciencia
experimental que se incrementó cuando Lamarck propuso la evolución de las
formas de vida, teoría que posteriormente Darwin demostró con sus postulados
sobre la selección natural como formas de adaptación; entre las especies que
evolucionaron estaba la de los homínidos. Los arqueólogos con la ayuda de
geólogos y paleontólogos se vieron abocados a proponer una periodización no
causada por el diluvio universal de la Biblia, sino identificada con los
instrumentos líticos tallados por seres humanos; o sea, la existencia de una
edad de piedra (paleolítico y neolítico) anterior a la historia de las antiguas
civilizaciones que por eso llamaron prehistoria o historia primitiva, durante la
cual las culturas evolucionaron desde los estadios de salvajismo y barbarie
hasta alcanzar la civilización.
Por situaciones
históricas de carácter colonial y razones científicas, hoy en día, los países
se encuentran en condiciones de desigualdad social, económica y política. La
revolución industrial europea fue el resultado del impulso dado a las ciencias
experimentales que produjeron grandes descubrimientos físicos y químicos que se
aplicaron de manera mecánica en nuevas fábricas. En esta primera revolución
industrial (siglos XVIII-XIX) se realizaron cambios en los medios de
comunicación (barcos y locomotoras a vapor y luego con motores eléctricos), que
transformaron el sistema señorial en una estructura de clases sociales modernas
conformada por el proletariado (campesinos pobres y obreros) y la burguesía,
dueña de los medios de producción y por lo tanto de las rentas de capital; cambios
acompañados de un crecimiento demográfico que no se ha detenido hasta el
presente.
En el siglo XIX y durante el XX se elaboraron
nuevas teorías científicas y se
efectuaron importantes descubrimientos, que con sus aplicaciones
tecnológicas cambiaron las maneras de vivir y de comunicarse los seres humanos,
a escala global: las teorías de la electromagnética, la relatividad y la energía
atómica; la electricidad, la radio, la telefonía, la fotografía, la
cinematografía, el fonógrafo, la computadora, la televisión, la aeronavegación,
las naves y los satélites de comunicación espacial.
En un principio se
pensó que las máquinas iban a desplazar la mano de obra, pero esta mirada
romántica fue desdibujada por la economía capitalista industrializada que
estableció unas reglas más complejas en los procesos de explotación de materias
primas, de producción de mercancías y de comercialización de las mismas,
estrechamente vinculadas al crecimiento poblacional (sociedad de consumo). En
su etapa inicial la revolución industrial tuvo un distintivo nacional, que
diferenció a los países más ricos o desarrollados por su economía industrial,
de los más pobres o menos industrializados, antiguas colonias de aquellos.
Con el avance de una economía
capitalista se han conformado empresas con capitales que trascienden las
fronteras nacionales, ya sea para explotar recursos naturales que obtienen de
otros países, llamados en vías de desarrollo, precisamente porque su economía
de mercado depende más que todo de la exportación de materias primas y
productos agropecuarios, y del consumo de las mercancías exportadas por los
países desarrollados. La globalización económica y política ha profundizado la
brecha existente entre el desarrollo de los países más ricos y los más pobres.
En el presente la economía capitalista se fortalece no solamente con la explotación
directa de riquezas naturales, sino que ha impuesto unas cadenas de producción
industrial con empresas localizadas en los países más pobres, que así como
abaratan los costos de producción (salarios miserables y condiciones de vida
infrahumana), también aumentan las ganancias en la comercialización de las
mercancías. La estabilidad social y política del mundo no depende solamente de
los procesos y relaciones sociales de producción, del crecimiento económico, de
la balanza de las importaciones y exportaciones, del producto interno bruto, de
los salarios e impuestos, sino también de las rentables empresas transnacionales
o sistema bancario, con grandes capitales, que a diario incrementan sus rentas,
por intermedio de un recurso indispensable, las deudas públicas y particulares, que
necesitan los gobiernos, las empresas privadas y los ciudadanos.
Comentario final:
El tiempo y el espacio de los
computadores
Las teorías filosóficas universalizantes han sido
cuestionadas y han quedado subordinadas al poder económico y político de las
ciencias modernas. De todos los avances científicos sobresalen los relacionados
con los medios de comunicación con su tecnología digital que ha creado una
realidad virtual en la que confluyen el ser y el devenir de la tradición
occidental. En ella las coordenadas espacial y temporal se han reducido a una
secuencia de instantes, en los que se expresan de manera permanente los
pensamientos y comportamientos humanos. De lo que sucede en la realidad virtual
depende el funcionamiento del mundo exterior a ella.
Otro aspecto sobresaliente de la Internet es la inmensa
oferta que ofrece a las nuevas generaciones para satisfacer el mundo de los
sentidos. Es una oferta en la que el consumidor participa de manera interactiva, que lo hace sentir como actor de un proceso (virtual), que impacta sus emociones de manera instantánea, pero, sin ser muy consciente de los elementos subliminales que lo predeterminan a actuar. Como era de esperarse los más atendidos son la vista y el oído, con
videos, películas, fotografías, música y con el gran potencial de los juegos
interactivos que hacen perdurables las fantasías infantiles y los deseos
adolescenciales. El tacto interviene de manera permanente por intermedio de las
yemas de los dedos que activan en las pantallas las entradas a todas las
aplicaciones recreativas; el olfato y los sabores, hasta ahora son los más
limitados, aunque de manera indirecta se satisfacen con imágenes provocativas.
Todos estos goces son virtuales y tienen un papel muy importante como
alternativa subliminal de los placeres corporales, que producen efectos en los
estados anímicos y que pueden canalizar las tendencias obsesivas o los
trastornos maníacos.
En síntesis, es posible plantear que la sociedad de la revolución
informática se puede considerar como la culminación de un proceso histórico
milenario. El ser y el devenir, la ontología y la fenomenología, como
fundamentos de los pensamientos filosóficos occidentales se han logrado
integrar en la Internet como una compleja red de comunicaciones que define y
representa lo que es la realidad en la que actúan los seres humanos, con todos
sus discursos ideológicos y estados emocionales. El ser ya sea como lo que hay
o existe, como vida, como naturaleza; el ser como la idea de realidad
inmaterial, absoluta e inmutable; el ser como sustancia compuesta de materia y
forma o el ser como tiempo en tanto se da en un horizonte temporal han sido
sustituidos por el ser de la realidad virtual en donde todo puede existir. De igual
manera, el tiempo histórico como pasado-presente-futuro; el tiempo teológico,
eterno e inmutable; el tiempo geológico y astronómico originado en el Big bang
y como el eterno presente de los mitos, han sido integrados en la dimensión
temporal de la Internet. En la actualidad, la vida cotidiana de millones de seres
humanos depende de una realidad virtual en la que el tiempo se consume como una
secuencia de instantes, con efectos inmediatos.
Los medios de
comunicación informáticos han desplazado a un segundo plano la importancia de
los conceptos universales de los discursos filosóficos y desautorizado las
verdades dogmáticas religiosas. El Demiurgo de Platón, como idea suprema y
eterna, creador, determinador y clasificador de todo lo existente, ha sido
sustituido por el conocimiento científico moderno, teórico y experimental, deductivo
e inductivo, que transforma la realidad con sus aplicaciones tecnológicas en todos
los campos del saber, al mismo tiempo que genera los poderosos medios de
comunicación global, la realidad virtual, que contiene toda las expresiones de
las actuaciones humanas y de la que depende el funcionamiento, la
permanencia o desaparición, los desequilibrios o equilibrios de las sociedades
y la naturaleza. Este gran poder está en manos de grandes empresas que manejan
las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC), y de las industrias que
desarrollan avanzadas aplicaciones tecnológicas, con justificaciones comerciales,
como es de esperarse en una economía capitalista.
La concentración de
información de los usuarios de la Internet en las memorias de los computadores,
generan las big data (datos masivos), que están siendo aprovechados de muchas
maneras por organismos oficiales y privados, con intereses científicos,
políticos y económicos. Hoy en día ya no se necesitan las encuestas para obtener estadísticas de los
comportamientos humanos, públicos y privados, porque esta información se
encuentra en las big data en las que se almacenan billones de datos o registros
permanentes de muchas clases de información de los usuarios de los computadores.
A partir de estos registros es posible identificar patrones que se pueden
sistematizar con algoritmos estadísticos con la finalidad de prever,
pronosticar o predecir los fenómenos naturales y los comportamientos sociales.
La informática, por la eficiencia de sus aplicaciones que satisfacen
necesidades institucionales e individuales, es cada vez más aceptada, al
poderse controlar electrónicamente; de hecho están transformando al mundo.
La informática se puede
concebir como una panacea global que puede curar todos los males y prolongar la
existencia; pero no hay que olvidarse que así como existe la entropía en la
física y la química, en la lingüística y la informática, también en la
naturaleza y los comportamientos humanos hay tendencias al caos, al
desequilibrio, que son precisamente las energías o fuerzas que generan la
dinámica contradictoria del cambio. Los sistemas computarizados ofrecen la
seguridad de los sistemas matemáticos, pero también ya se conoce de la
existencia de los virus informáticos, de sus consecuencias desastrosas y de los
hackers, además del reto que tienen las comunicaciones para enfrentar los
cambios de las radiaciones solares y del campo magnético que protege la tierra.
Así como hay hackers
que como ciudadanos del mundo defienden e impulsan la apropiación social de las
tecnologías, de la creación de un software de libre acceso colectivo, también
hay los especializados en invadir las memorias institucionales o privadas, para
espiar sus contenidos, como piratas de la informática o como personas heroicas que se atreven a denunciar
manejos políticos y económicos perversos que justifican las ambiciones del
poder encubiertas por los gobiernos. Estas vulnerabilidades llevan a los que
controlan el poder a pensar en colocar medidas restrictivas o de control a las
libertades de la internet, como sucede con la radio, la televisión y los
periódicos impresos.
La realidad virtual es
un pozo sin fondo o un gran espejo laberíntico en el que se contiene o refleja
la realidad. Por su complejidad tecnológica y su carácter interactivo pareciera
caótica, en cuanto no existe una sola ruta de comunicación, pero esto no es así,
porque la Internet al estar computarizada no es una rueda suelta, sino que puede
ser sistematizada con procedimientos matemáticos que producen efectos de cualquier
orden en la realidad. La información no se divulga de manera aleatoria como pareciera; un observador atento puede apreciar que hay una jerarquía de valores, en la que los temas económicos y políticos son dominantes, lo mismo que actividades recreativas como los deportes que se transmiten todo el tiempo, sobre todo la gran empresa del fútbol que apasiona cada vez más a hombres y mujeres de todas las edades. Esa libertad de comunicación de múltiples conocimientos y
de expresión de estados anímicos puede ser controlada. En este sentido, por
su temporalidad y espacialidad del aquí y el ahora, de la opresora o liberadora
inmediatez, puede estar generando un ser humano menos reflexivo, cada vez más
ideológico y sensorial; su individualidad puede ser predeterminada y masificada
de manera eficiente e inscrita en una economía globalizada que también impulsa
de manera sistemática, la libertad de acción de acuerdo con los intereses
controlados por sectores empresariales de la población mundial. Este modelo económico es dominante al imponerse y
condicionar la autonomía política y social internacional.
La paradoja moderna de la sociedad actual es muy atractiva. Al mismo tiempo que las avanzadas aplicaciones tecnologías en los medios de comunicación han liberado los tradicionales límites en la trasmisión de conocimientos y de informaciones polifacéticas, los internautas debido a la inmediatez y limitación espacial de su escritura en las redes sociales y a la libertad de hacerlo sin censuras, las están aprovechado para expresar sus posiciones ideológicas asociadas a estados emocionales, sin mayores contenidos reflexivos. Por eso, los miles de mensajes que se producen en dichas redes están impregnados de subjetividad con fines políticos, sin mayor control, que producen efectos inmediatos. Los avances científicos están impulsando la masificación de los discursos ideológicos afines a la lucha por el poder en la desigual y conflictiva sociedad contemporánea.
La paradoja moderna de la sociedad actual es muy atractiva. Al mismo tiempo que las avanzadas aplicaciones tecnologías en los medios de comunicación han liberado los tradicionales límites en la trasmisión de conocimientos y de informaciones polifacéticas, los internautas debido a la inmediatez y limitación espacial de su escritura en las redes sociales y a la libertad de hacerlo sin censuras, las están aprovechado para expresar sus posiciones ideológicas asociadas a estados emocionales, sin mayores contenidos reflexivos. Por eso, los miles de mensajes que se producen en dichas redes están impregnados de subjetividad con fines políticos, sin mayor control, que producen efectos inmediatos. Los avances científicos están impulsando la masificación de los discursos ideológicos afines a la lucha por el poder en la desigual y conflictiva sociedad contemporánea.
Hasta el presente se
puede constatar que los medios de comunicación son indispensables para el
crecimiento económico por su eficacia, inmediatez y carácter competitivo
internacional, lo que favorece las transacciones en mercados directos y en las
bolsas de mercado de acciones y la comercialización de toda clase de productos.
Lo cierto es que las riquezas del mundo está en manos del 1% de la población
mundial y que la miseria y los conflictos bélicos, con trasfondos económicos,
se han agudizado; que la pobreza en la tierra se ha incrementado; que el
consumo acelerado de los recursos naturales está contribuyendo con la
contaminación de la tierra con basuras y desechos radioactivos y de la
atmósfera, con desequilibrios climáticos que de hecho son catastróficos. Los
constantes y atroces hechos criminales, las guerras y los actos terroristas
ahora se perciben o manipulan ideológicamente en los medios de comunicación,
como si fueran proyecciones cinematográficas, que paradójicamente, aunque
impactan la memoria, dejan de horrorizar cuando se termina la representación.
Las modernas redes de
la informática así como ofrecen las mayores libertades de comunicación hasta
ahora alcanzadas, también hacen pensar en los cambios que están produciendo en
el mundo; hacen recordar las ficciones sociales distópicas creadas por
escritores que reflexionaron sobre lo que podría ser la sociedad contemporánea;
Aldous Huxley con su irónica ficción de Un
mundo feliz (1932); Herbert Marcuse quien pensó en las consecuencias del
consumismo y la cosificación de El hombre
unidimensional (1964), y George Orwell, que en su visionaria novela 1984 (1949), destaca el poder del Gran hermano o hermano mayor, que controla
un lenguaje absoluto con el que sustenta su poder totalitario. Una bella
metáfora que resume magistralmente la trascendencia de los medios de
comunicación es la secuencia de cuadros simbólicos de la creación cinematográfica,
20001: Odisea del espacio (1968), con
los que Stanley Kubrick recrea la evolución de la especie humana en una
dimensión planetaria, que se remonta a los gestos agresivos y sonidos guturales
de primates, antepasados remotos de los astronautas que luego de una gran elipsis
temporal y espacial viajan en el universo gracias a HAL 9000, una
supercomputadora que controla el funcionamiento de la nave, y que en un momento
dado con su gran inteligencia artificial intenta dominar a los científicos que
la han creado. Definitivamente los seres humanos han desarrollado poderosos
medios de comunicación, analógicos y digitales, sagrados y profanos, lenguajes
orales, escrituras alfabéticas, jeroglíficas y códigos computarizados, de los
cuales ha dependido y depende la supervivencia de la vida en la tierra.