jueves, 11 de agosto de 2016

El ser y el devenir de la realidad virtual



Leonardo Pineda, Bruno, Bogotá, 2002


Presentación


Cuando uno realiza un trabajo de investigación y lo publica siente la satisfacción de haberlo logrado; pero esta satisfacción genera una incertidumbre al no saber qué impacto tiene en los lectores; sobre todo, hoy en día, cuando se conoce que los libros sobre papel y con cubierta están perdiendo su protagonismo en la transmisión de información o conocimientos, no solamente por factores económicos (costos), sino, también, porque el mundo de las comunicaciones se ha transformado radicalmente con las redes virtuales. En el año 2011 publiqué el libro El laberinto del eterno retorno en el que acumulé de manera independiente, al no tener un patrocinio institucional, un conjunto de fragmentos de conocimiento producidos en la genealogía de La gran cadena del ser. Historia de una idea (Arthur Lovejoy, 1936) de la tradición occidental, que había unido como eslabones a lo largo de mi experiencia profesional como arqueólogo e historiador.

No se trata de plantear el falso dilema de si hoy en día vale la pena el esfuerzo que significa investigar y editar los resultados obtenidos, o por el contrario, si hay que caer en la tentación de publicar, en los medios electrónicos, breves escritos en los que se expresan opiniones personales. Es un falso dilema porque pienso que la segunda opción es complementaria de la primera. Un libro se escribe con ciertos recursos metodológicos que ayudan a profundizar la problemática tratada, al mismo tiempo que con formalismos académicos necesarios que exigen una lectura y una escritura más pausadas. Un artículo, como este que publico en mi blog, es un escrito más rápido que pude concebirlo como un derivado de la obra publicada. No pretende ser un absurdo resumen, sino, por el contrario, contiene una reflexión particular relacionada con el contenido del libro, que surge con el paso de unos años; por eso, al hacerlo satisfago el deseo de ser más directo, al liberar mi escritura de citas de autores, que me otorgan una autoridad intelectual.

Los medios de comunicación contemporáneos


En la historia de la humanidad la trasmisión del conocimiento ha desempeñado cambios revolucionarios, primero con la invención de las escrituras, que configuró con ideogramas, signos alfabéticos y numéricos o con símbolos jeroglíficos la permanencia material de los antiguos saberes y facilitó el funcionamiento de las culturas; en segundo lugar, con la invención de la imprenta por Gutenberg en el siglo XV, importante mecanismo que contribuyó con el auge de la primera etapa de la modernidad, al ampliar la cobertura e incrementar y facilitar la transmisión individual de los conocimientos, con la circulación de los libros impresos. 

En el presente, las transformaciones tecnológicas de los medios de comunicación a escala global, desde la segunda mitad del siglo XX, han llevado a proponer el inicio de una nueva era llamada digital o de la informática por el dominio de los computadores o procesadores en todas las actividades humanas. No es exagerado decir que el mundo moderno depende de ellos a escala institucional, empresarial e individual; todo está mediado por los computadores constituidos por un software o conjunto de programas informáticos, con instrucciones y reglas que ejecutan actividades relacionadas con la producción y comunicación de conocimientos e información general.

Hablar de computadores implica utilizar la Internet como una gran red universal que asocia varias redes de comunicación de manera intercomunicada, simultánea, interactiva y con alta velocidad (fibra óptica, radio frecuencia, línea telefónica y otras). La Internet integra todos los medios de comunicación modernos: páginas web, transmisión de archivos, conversaciones en línea, mensajería instantánea (correo electrónico, chat), comunicación multimedia (telefonía y  televisión), blogs, redes o portales sociales y canales para el entretenimiento (juegos, música, películas). Las prodigiosas memorias de los ordenadores no solo almacenan millones de datos (escritos, visuales y sonoros), sino que actúan de manera sistemática con algoritmos que determinan el comportamiento de las sociedades. Se puede afirmar que de la Internet depende el funcionamiento de la economía global, los sistemas políticos, religiosos y de cualquier orden cultural, al afectar los discursos ideológicos y los comportamientos emocionales de la población mundial.

En primera instancia la Internet es valorada como el mayor avance científico de los medios de comunicación. Las llamadas redes sociales le posibilitan a millones de individuos, de manera interactiva, llenar el vacío de su soledad con discursos e imágenes en los que explicitan sus ideales, creencias y manifiestan  sus afectos, deseos, pasiones y frustraciones; esto ayuda a explicar la gran acogida y eficacia que han tenido estos medios a escala individual y grupal; importante aceptación que mitiga las ansiedades, generando la homeostasis necesaria en la regulación de los desequilibrios inherentes a la sociedad contemporánea.

La Internet es el mayor logro del antropocentrismo de la modernidad que ha privilegiado el conocimiento científico y sus innovaciones tecnológicas, por su eficacia inmediata que aventaja el efecto producido por las teorías filosóficas y las verdades teológicas dogmáticas. Todavía es difícil medir las consecuencias o cambios que las tecnologías de la informática están produciendo en el mundo; hasta ahora es admirable la libertad que tienen las personas para comunicarse, pero, es bueno no olvidar que del control de los medios de comunicación depende el equilibrio de los poderes locales y mundiales; los grandes avances científicos también han servido para fortalecer la locura del poder, propia de las pasiones humanas.

A diario y de manera permanente durante las 24 horas del día, la radio, la televisión y los teléfonos celulares transmiten información internacional sobre lo que acontece en los campos político, económico y cultural de manera simultánea y acelerada, como si se tratara de la oferta de un supermercado global en el que se venden en línea, como mercancías, discursos ideológicos y estados anímicos. Lo que divulgan los medios de comunicación masiva tiene el poder persuasivo de establecer lo que es la realidad.

Los sucesos se presentan en un mismo horizonte informativo que los relativiza y transforma en una realidad virtual. Los encuentros de los gobernantes de los países más poderosos que se reúnen para tomar medidas económicas de impacto mundial, se transmiten de manera sincrónica en la misma frecuencia en la que se muestran escenas de una catástrofe natural, una guerra o un atentado terrorista, un campeonato de fútbol, la extrema pobreza en que viven los habitantes de un barrio marginal, un concierto de rock, un partido de fútbol, un desfile de modas y un viaje turístico en el que se indican las últimas tendencias de restaurantes y hoteles de lujo, accesibles a un sector social privilegiado. Los hechos se estandarizan al perder la esencia que los diferencia; se transforman en opiniones que se consumen como las avasalladoras pautas publicitarias que  patrocinan noticieros y programas de entretenimiento.  

Antes de la revolución digital, el aprendizaje de normas culturales y conocimientos se llevaba a cabo en un espacio local o regional, con la intervención directa de las personas y los libros impresos como mediadores que establecían la dimensión universal del conocimiento. En la educación tradicional el maestro o profesor transfería su saber al aprendiz o alumno (receptor, sin luz del conocimiento) con silogismos y con el recurso aristotélico de las tres potencias del alma: entendimiento, memoria y voluntad. Ahora, los individuos no necesitan ejercitarlas, porque ellas han sido transferidas a los medios de comunicación y aprendizaje con una tecnología especializada. Las personas no memorizan porque para eso existe el disco duro, la memoria RAM de los computadores que les responde de manera instantánea e induce su voluntad para adquirir un conocimiento.

La enseñanza habitual, unidireccional y encasillada, se transformó en un laberinto, que a diferencia del cretense, tiene muchas entradas y salidas. El internauta corre el riesgo de naufragar o perderse en los pliegues y repliegues de las olas informáticas, al no existir el hilo de Ariadna con el que podría alcanzar el centro del conocimiento verdadero o encontrar la única salida después de dominar al Minotauro y sortear los oscuros pasajes y recodos de su mente; Ariadna (Araña) ha transformado su hilo conductor en la trama y la urdimbre de una red de comunicaciones virtuales, que teje y desteje de manera permanente.

El tiempo y el espacio

El tiempo y el espacio son dimensiones inmanentes al cosmos y la naturaleza porque todo lo que tiene un principio se transforma y tendrá un fin. En la tierra todos los seres orgánicos, animales y vegetales, perciben el espacio y el tiempo porque son los elementos físicos de los ciclos vitales que se reiteran desde su origen en un mar primigenio: todo organismo unicelular o pluricelular que nace se desarrolla, reproduce y muere en un determinado ecosistema; nacer para luego morir es el tiempo biológico; la vida y la muerte dependen del tiempo climático, de un ciclo estacional variable que es la interacción de elementos físicos y químicos, terrestres y atmosféricos, que hacen parte de la dimensión astronómica del sistema solar, y que son determinados principalmente por la atracción gravitacional  mutua del sol y la luna con la tierra, que se protege con su campo magnético. Los organismos compiten para sobrevivir, adaptándose a un espacio natural y durante el tiempo que dura su ciclo vital. El tiempo de la evolución de la vida en la tierra está inmerso en el periplo solar, que a su vez hace parte del espacio ilimitado de la energía oscura del universo, donde el tiempo se desplaza a la velocidad de la luz.

Los animales sienten el espacio y el tiempo de diversas maneras, pero la única especie que toma conciencia de ellos es la humana; de ahí la necesidad que ha sentido, desde la aparición de los primeros homo sapiens, de explicarlos, medirlos o controlarlos. El tiempo y el espacio como creaciones culturales han tenido múltiples interpretaciones mágicas, religiosas, filosóficas y científicas. Desde épocas prehistóricas, las sociedades humanas han comprendido que los ciclos de la vida terrestre eran el tiempo inscrito en una dimensión espacial astronómica; que el día depende del sol y la noche de la luna y otros astros. En este sentido el espacio y el tiempo siderales dieron origen a las cosmovisiones o pensamientos míticos, a las astrologías en las que los fenómenos climáticos y los astros principales fueron sacralizados por ser energías poderosas de las que dependía la sobrevivencia; el espacio y el tiempo míticos fluyen a partir de su creación por los dioses o padres originales que en el principio llenaron el vacío de la nada o determinaron y ordenaron el caos existente.

Con la observación del espacio celeste se estableció el devenir de los astros o estrellas, la regularidad de sus desplazamientos y su vinculación a los cambios climáticos en la tierra, creando calendarios solares, lunares y venusinos, en los que se ritualizaban los registros siderales, las etapas de transformación del cosmos, el tiempo de la creación de los seres vivos y  de los fenómenos que se dan en la tierra.

En la antigua Grecia algunos pensadores presocráticos empezaron a observar la naturaleza y a dar explicaciones lógicas sobre la materia animada e inanimada, diferentes a las de los relatos míticos, en los que intervenían los dioses. Sus deducciones dieron origen a la filosofía en la tradición occidental, ciencia del logos que se estructuró como un corpus teórico con Sócrates, su discípulo Platón y luego con Aristóteles. La filosofía significó la potencialización creativa de la mente, la separación del mundo físico del metafísico, del ser humano de su entorno natural; la diferenciación (fragmentación) del cuerpo como realidad material (mortal) y del alma como mundo ideal (inmortal); del  ser como pensamiento, como espacio de las ideas y conceptos que perduran a diferencia del devenir, de los fenómenos o hechos que son realidades temporales, perecederas.

La mitopoesía y la danza de tiempos arcaicos integrantes de la sabiduría chamánica y el culto dionisíaco, como coro ditirámbico, se transformaron en la tragedia, la puesta en escena apolínea en la que además del corifeo dialogan algunos actores que representan dioses, héroes o  seres humanos que no pueden liberarse de un destino trágico. El tiempo y espacio de lo cantos de la Ilíada y la Odisea fueron escritos por Homero transformándolos en mitología; los mitos, fueron considerados por Aristóteles como relatos imperfectos por no ser producidos por la razón, y fueron desplazados por la filosofía como ciencia amiga de la verdad que explica la realidad, con argumentos lógicos. Las ideas, de acuerdo con Platón, por trascender todos los entes, son realidades inmateriales, increadas, eternas e inteligibles que constituyen la esencia de todo lo que existe. La realidad sensible es material y existe como proyección imperfecta de las ideas. El ser humano esta compuesto de una parte material (cuerpo), sensible y corruptible, que deviene, y una sustancia espiritual (alma), indivisible, eterna, con funciones cognitivas y virtudes que animan al cuerpo. El Dios creador del universo (Demiurgo) contempla las ideas y las utiliza como modelos para crear las cosas, y establece las clases de seres en el mundo sensible y temporal.

En la antigüedad, la historia era una secuencia de hechos propios de cada civilización, como en el antiguo Egipto donde está asociada al poder sagrado de los gobernantes, a una genealogía de dinastías, en las que con el recurso de la escritura y una cronología jeroglíficas talladas en las rocas de santuarios y monumentos se dejó constancia de sus grandes empresas. Estas historias políticas y militares tenían un carácter religioso no solamente porque se iniciaban con el acto divino del génesis de todo lo existente, sino, además, porque los reyes o emperadores eran descendientes de los dioses creadores o tenían una investidura divina, que los autorizaba para mandar en sus territorios y que dependía de una clase sacerdotal que le rendía culto a las divinidades en grandiosos templos.

En la Grecia antigua, los primeros historiadores como Heródoto consideraron que el pasado de una civilización extranjera o bárbara se podía indagar visitando su ruinas y preguntándole a los habitantes por el origen de su construcción y su posible significado. En este sentido la historia eran relatos conservados por una tradición oral (leyendas) que se escribía al lado de observaciones y descripciones de las costumbres nativas que le llamaban la atención al viajero; más que una secuencia cronológica de hechos era una descripción cultural y etnocéntrica, en la cual el pasado estaba vivo en el presente.

La historia sagrada del Antiguo testamento es la memoria del pueblo judío, de la revelación divina que luego se integró a la vida, pasión y muerte de Jesucristo como Dios e hijo de Dios encarnado, a sus enseñanzas morales narradas por los apóstoles (Nuevo testamento), surgiendo la religión monoteísta cristiana que propone una historia humana y sagrada al mismo tiempo, con una proyección teleológica, de redención y salvación, que tiene un fin apocalíptico, el triunfo del reino de Dios, al final de los tiempos. Los padres de la iglesia medieval se encargaron de transformar los misterios cristianos en verdades dogmáticas, aceptadas por la fe con el recurso de la razón, constituyendo la filosofía Escolástica; ontoteologìa establecida como el único credo verdadero, que justificó la destrucción de las antiguas religiones por ser calificadas como paganas o idolátricas, al rendirle culto a falsos dioses.

La Escolástica contiene entre sus principios doctrinales la existencia de un ser humano constituido por un cuerpo como realidad material y mortal, de naturaleza diferente al alma como presencia divina inmortal; la humanidad tiene un origen sagrado y un devenir controlado por Dios y con un fin espiritual predeterminado, que de acuerdo con Agustín de Hipona es alcanzar la ciudad celestial. El Cristianismo, a diferencia del Judaísmo y las religiones politeístas del mundo antiguo, se definió como una religión universalizante que debía expandirse e imponerse a todas las culturas, marcando el comienzo de una historia universal dividida en dos grandes épocas, con un referente religioso: antes de Cristo (a. de C.) y después de Cristo (d. de C.). 

A partir del siglo XV en Italia, el renacimiento de los textos antiguos de los filósofos y tratadistas greco-romanos, el descubrimiento de ruinas arquitectónicas y obras de arte de la antigüedad clásica fomentaron un ambiente intelectual propicio para el impulso de una filosofía racional moderna, y de una ciencia experimental, con cálculos matemáticos y observaciones telescópicas de los astros que llevaron a la creación de una nueva Astronomía, ciencia que desplazaría el geocentrismo medieval, al reemplazarlo por un modelo heliocéntrico; revolución copernicana que replanteó la cosmología aristotélica y la exégesis escolástica de las sagradas escrituras.

La tierra al dejar de ser el axis mundi del universo y girar alrededor del sol como otros planetas fortaleció la propuesta de un tiempo astronómico y fomentó el desarrollo de nuevas teorías físicas, como la de Newton, que propuso la ley de la gravedad y explicó el movimiento de los astros inscritos en la armonía de una ley gravitacional. Las cronologías de reyes y emperadores que se remontaban a los libros sagrados bíblicos, de profetas que revelaban la venida de Jesucristo como redentor de la culpa del pecado original y anunciaban un devenir teleológico se relativizaron como asuntos de fe religiosa, al generarse la apertura de una mirada hacia un universo real, de magnitudes temporales y espaciales conocibles. Los relojes solares y las clepsidras fueron opacados por las observaciones astronómicas que se podían lograr con aparatos de medición celeste y con el perfeccionamiento de los relojes de engranajes y péndulo de gran precisión mecánica. El tiempo y el espacio astronómicos como realidades científicas fueron el soporte de pensamientos filosóficos modernos, en los que los fenómenos naturales se podían definir y comprobar con procedimientos experimentales, que servían para deducir leyes mecánicas, independientes de aspectos religiosos o mágicos, y sobretodo, con una validez universal.

En los albores de la modernidad occidental, la separación entre el ser y el devenir establecida por los filósofos de la antigua Grecia y dogmatizados por el cristianismo, se mantuvo como algo fundamental. Lo nuevo o moderno fue la desviación o separación establecida por la ciencia nueva que sin pretender rechazar las verdades cristianas se atrevió a conceptualizar la naturaleza y el universo como realidades materiales que se podían conocer empíricamente, más allá de su origen divino. Los científicos pensaron que no se oponían a las autoridades eclesiásticas porque ellos estaban investigando la parte corpórea u orgánica de los seres naturales y no el mundo sobrenatural de lo divino, de los ideales neoplatónicos y de los valores espirituales de la moral cristiana, que estaban controlados por los teólogos. Los pioneros de la ciencia a partir del siglo XVII así como se inventaron el telescopio para indagar los misterios del cielo, también construyeron los primeros microscopios ópticos para ir más allá de lo que el sentido de la vista les permitía  apreciar de las formas y empezaron a descubrir los elementos de un micro universo con el que terminarán explicando la vida de los seres orgánicos y las estructuras de las cosas inorgánicas, conocimientos que se perfeccionarán en los siglos posteriores con los avances tecnológicos de la óptica que aumentarán el campo de visión de los lentes.

Entre los siglos XVIII y XIX se multiplicaron los viajes científicos alrededor del mundo para obtener conocimientos que consolidaron las teorías de las nuevas ciencias de la naturaleza, la Cartografía, la Botánica, la Zoología, la Mineralogía, la Medicina, la Astronomía y se despertó un interés por explicar la historia de la tierra con estudios geológicos y paleontológicos que empezaron a descubrir que la naturaleza no era inmutable, desde su creación divina, que se había transformado de manera permanente en un tiempo geológico, generando preguntas con respuestas diferentes a las dadas en los textos sagrados del Antiguo testamento.

El siglo XIX fue un período histórico de grandes cambios sociales, económicos, políticos, jurídicos, artísticos y científicos. Con la revolución francesa, el antiguo y despótico régimen monárquico entró en crisis y fue suplantado por los estados nacionales y los gobiernos democráticos que implementaron el sistema económico capitalista fortalecido con la revolución industrial. Las nuevas generaciones de escritores además de expresar un sentimiento romántico también escribieron sobre una realidad social conflictiva, no idealizada; los filósofos hablaron del derrumbe de los valores filosóficos y morales de la tradición occidental y sintieron la necesidad de encontrar el origen filológico de esta crisis, ya sea en la Grecia antigua o en los excesos espirituales y emocionales barrocos; los artistas se atrevieron a rechazar la estética impulsada por las academias de bellas artes que imponían los cánones ideales del clasicismo y crearon de manera irreverente lo que hasta ese momento no se había permitido.

Las ciencias naturales y sociales se consolidaron durante el siglo XIX con el desarrollo de las teorías del positivismo filosófico. El hallazgo de curiosos artefactos de piedra que definitivamente fueron tallados por seres humanos y no producto de fenómenos atmosféricos, unido al gusto ilustrado de coleccionar antigüedades y curiosidades en gabinetes, trajo como consecuencia otra ruptura con el mundo escolástico: los investigadores descubrieron que el ser humano, como máxima creación divina, con un alma inmortal, no había permanecido inmutable, lo mismo que los demás organismos naturales. Estos hallazgos fortalecieron el poder filosófico de la ciencia experimental que se incrementó cuando Lamarck propuso la evolución de las formas de vida, teoría que posteriormente Darwin demostró con sus postulados sobre la selección natural como formas de adaptación; entre las especies que evolucionaron estaba la de los homínidos. Los arqueólogos con la ayuda de geólogos y paleontólogos se vieron abocados a proponer una periodización no causada por el diluvio universal de la Biblia, sino identificada con los instrumentos líticos tallados por seres humanos; o sea, la existencia de una edad de piedra (paleolítico y neolítico) anterior a la historia de las antiguas civilizaciones que por eso llamaron prehistoria o historia primitiva, durante la cual las culturas evolucionaron desde los estadios de salvajismo y barbarie hasta alcanzar la civilización.

Por situaciones históricas de carácter colonial y razones científicas, hoy en día, los países se encuentran en condiciones de desigualdad social, económica y política. La revolución industrial europea fue el resultado del impulso dado a las ciencias experimentales que produjeron grandes descubrimientos físicos y químicos que se aplicaron de manera mecánica en nuevas fábricas. En esta primera revolución industrial (siglos XVIII-XIX) se realizaron cambios en los medios de comunicación (barcos y locomotoras a vapor y luego con motores eléctricos), que transformaron el sistema señorial en una estructura de clases sociales modernas conformada por el proletariado (campesinos pobres y obreros) y la burguesía, dueña de los medios de producción y por lo tanto de las rentas de capital; cambios acompañados de un crecimiento demográfico que no se ha detenido hasta el presente.

En el siglo XIX y durante el XX se elaboraron nuevas teorías científicas y se  efectuaron importantes descubrimientos, que con sus aplicaciones tecnológicas cambiaron las maneras de vivir y de comunicarse los seres humanos, a escala global: las teorías de la electromagnética, la relatividad y la energía atómica; la electricidad, la radio, la telefonía, la fotografía, la cinematografía, el fonógrafo, la computadora, la televisión, la aeronavegación, las naves y los satélites de comunicación espacial.

En un principio se pensó que las máquinas iban a desplazar la mano de obra, pero esta mirada romántica fue desdibujada por la economía capitalista industrializada que estableció unas reglas más complejas en los procesos de explotación de materias primas, de producción de mercancías y de comercialización de las mismas, estrechamente vinculadas al crecimiento poblacional (sociedad de consumo). En su etapa inicial la revolución industrial tuvo un distintivo nacional, que diferenció a los países más ricos o desarrollados por su economía industrial, de los más pobres o menos industrializados, antiguas colonias de aquellos.

Con el avance de una economía capitalista se han conformado empresas con capitales que trascienden las fronteras nacionales, ya sea para explotar recursos naturales que obtienen de otros países, llamados en vías de desarrollo, precisamente porque su economía de mercado depende más que todo de la exportación de materias primas y productos agropecuarios, y del consumo de las mercancías exportadas por los países desarrollados. La globalización económica y política ha profundizado la brecha existente entre el desarrollo de los países más ricos y los más pobres. En el presente la economía capitalista se fortalece no solamente con la explotación directa de riquezas naturales, sino que ha impuesto unas cadenas de producción industrial con empresas localizadas en los países más pobres, que así como abaratan los costos de producción (salarios miserables y condiciones de vida infrahumana), también aumentan las ganancias en la comercialización de las mercancías. La estabilidad social y política del mundo no depende solamente de los procesos y relaciones sociales de producción, del crecimiento económico, de la balanza de las importaciones y exportaciones, del producto interno bruto, de los salarios e impuestos, sino también de las rentables empresas transnacionales o sistema bancario, con grandes capitales, que a diario incrementan sus rentas, por intermedio de un recurso indispensable, las deudas públicas y particulares, que necesitan los gobiernos, las empresas privadas y los ciudadanos.

Comentario final: El tiempo y el espacio de los computadores

Las teorías filosóficas universalizantes han sido cuestionadas y han quedado subordinadas al poder económico y político de las ciencias modernas. De todos los avances científicos sobresalen los relacionados con los medios de comunicación con su tecnología digital que ha creado una realidad virtual en la que confluyen el ser y el devenir de la tradición occidental. En ella las coordenadas espacial y temporal se han reducido a una secuencia de instantes, en los que se expresan de manera permanente los pensamientos y comportamientos humanos. De lo que sucede en la realidad virtual depende el funcionamiento del mundo exterior a ella.

Otro aspecto sobresaliente de la Internet es la inmensa oferta que ofrece a las nuevas generaciones para satisfacer el mundo de los sentidos. Es una oferta en la que el consumidor participa de manera interactiva, que lo hace sentir como actor de un proceso (virtual), que impacta sus emociones de manera instantánea, pero, sin ser muy consciente de los elementos subliminales que lo predeterminan a actuar. Como era de esperarse los más atendidos son la vista y el oído, con videos, películas, fotografías, música y con el gran potencial de los juegos interactivos que hacen perdurables las fantasías infantiles y los deseos adolescenciales. El tacto interviene de manera permanente por intermedio de las yemas de los dedos que activan en las pantallas las entradas a todas las aplicaciones recreativas; el olfato y los sabores, hasta ahora son los más limitados, aunque de manera indirecta se satisfacen con imágenes provocativas. Todos estos goces son virtuales y tienen un papel muy importante como alternativa subliminal de los placeres corporales, que producen efectos en los estados anímicos y que pueden canalizar las tendencias obsesivas o los trastornos maníacos.

En síntesis, es posible plantear que la sociedad de la revolución informática se puede considerar como la culminación de un proceso histórico milenario. El ser y el devenir, la ontología y la fenomenología, como fundamentos de los pensamientos filosóficos occidentales se han logrado integrar en la Internet como una compleja red de comunicaciones que define y representa lo que es la realidad en la que actúan los seres humanos, con todos sus discursos ideológicos y estados emocionales. El ser ya sea como lo que hay o existe, como vida, como naturaleza; el ser como la idea de realidad inmaterial, absoluta e inmutable; el ser como sustancia compuesta de materia y forma o el ser como tiempo en tanto se da en un horizonte temporal han sido sustituidos por el ser de la realidad virtual en donde todo puede existir. De igual manera, el tiempo histórico como pasado-presente-futuro; el tiempo teológico, eterno e inmutable; el tiempo geológico y astronómico originado en el Big bang y como el eterno presente de los mitos, han sido integrados en la dimensión temporal de la Internet. En la actualidad, la vida cotidiana de millones de seres humanos depende de una realidad virtual en la que el tiempo se consume como una secuencia de instantes, con efectos inmediatos. 

Los medios de comunicación informáticos han desplazado a un segundo plano la importancia de los conceptos universales de los discursos filosóficos y desautorizado las verdades dogmáticas religiosas. El Demiurgo de Platón, como idea suprema y eterna, creador, determinador y clasificador de todo lo existente, ha sido sustituido por el conocimiento científico moderno, teórico y experimental, deductivo e inductivo, que transforma la realidad con sus aplicaciones tecnológicas en todos los campos del saber, al mismo tiempo que genera los poderosos medios de comunicación global, la realidad virtual, que contiene toda las expresiones de las actuaciones humanas y de la que depende el funcionamiento, la permanencia o desaparición, los desequilibrios o equilibrios de las sociedades y la naturaleza. Este gran poder está en manos de grandes empresas que manejan las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC), y de las industrias que desarrollan avanzadas aplicaciones tecnológicas, con justificaciones comerciales, como es de esperarse en una economía capitalista.

La concentración de información de los usuarios de la Internet en las memorias de los computadores, generan las big data (datos masivos), que están siendo aprovechados de muchas maneras por organismos oficiales y privados, con intereses científicos, políticos y económicos. Hoy en día ya no se necesitan las encuestas  para obtener estadísticas de los comportamientos humanos, públicos y privados, porque esta información se encuentra en las big data en las que se almacenan billones de datos o registros permanentes de muchas clases de información de los usuarios de los computadores. A partir de estos registros es posible identificar patrones que se pueden sistematizar con algoritmos estadísticos con la finalidad de prever, pronosticar o predecir los fenómenos naturales y los comportamientos sociales. La informática, por la eficiencia de sus aplicaciones que satisfacen necesidades institucionales e individuales, es cada vez más aceptada, al poderse controlar electrónicamente; de hecho están transformando al mundo.

La informática se puede concebir como una panacea global que puede curar todos los males y prolongar la existencia; pero no hay que olvidarse que así como existe la entropía en la física y la química, en la lingüística y la informática, también en la naturaleza y los comportamientos humanos hay tendencias al caos, al desequilibrio, que son precisamente las energías o fuerzas que generan la dinámica contradictoria del cambio. Los sistemas computarizados ofrecen la seguridad de los sistemas matemáticos, pero también ya se conoce de la existencia de los virus informáticos, de sus consecuencias desastrosas y de los hackers, además del reto que tienen las comunicaciones para enfrentar los cambios de las radiaciones solares y del campo magnético que protege la tierra.

Así como hay hackers que como ciudadanos del mundo defienden e impulsan la apropiación social de las tecnologías, de la creación de un software de libre acceso colectivo, también hay los especializados en invadir las memorias institucionales o privadas, para espiar sus contenidos, como piratas de la informática o como  personas heroicas que se atreven a denunciar manejos políticos y económicos perversos que justifican las ambiciones del poder encubiertas por los gobiernos. Estas vulnerabilidades llevan a los que controlan el poder a pensar en colocar medidas restrictivas o de control a las libertades de la internet, como sucede con la radio, la televisión y los periódicos impresos.

La realidad virtual es un pozo sin fondo o un gran espejo laberíntico en el que se contiene o refleja la realidad. Por su complejidad tecnológica y su carácter interactivo pareciera caótica, en cuanto no existe una sola ruta de comunicación, pero esto no es así, porque la Internet al estar computarizada no es una rueda suelta, sino que puede ser sistematizada con procedimientos matemáticos que producen efectos de cualquier orden en la realidad. La información no se divulga de manera aleatoria como pareciera; un observador atento puede apreciar que hay una jerarquía de valores, en la que los temas económicos y políticos son dominantes, lo mismo que actividades recreativas como los deportes que se transmiten todo el tiempo, sobre todo la gran empresa del fútbol que apasiona cada vez más a hombres y mujeres de todas las edades. Esa libertad de comunicación de múltiples conocimientos y de expresión de estados anímicos puede ser controlada. En este sentido, por su temporalidad y espacialidad del aquí y el ahora, de la opresora o liberadora inmediatez, puede estar generando un ser humano menos reflexivo, cada vez más ideológico y sensorial; su individualidad puede ser predeterminada y masificada de manera eficiente e inscrita en una economía globalizada que también impulsa de manera sistemática, la libertad de acción de acuerdo con los intereses controlados por sectores empresariales de la población mundial. Este  modelo económico es dominante al imponerse y condicionar la autonomía política y social internacional.

La paradoja moderna de la sociedad actual es muy atractiva. Al mismo tiempo que las avanzadas aplicaciones tecnologías en los medios de comunicación han liberado los tradicionales límites en la trasmisión de conocimientos y de informaciones polifacéticas, los internautas debido a la inmediatez y limitación espacial de su escritura en las redes sociales y a la libertad de hacerlo sin censuras, las están aprovechado para expresar sus posiciones ideológicas asociadas a estados emocionales, sin mayores contenidos reflexivos. Por eso, los miles de mensajes que se producen en dichas redes están impregnados de subjetividad con fines políticos, sin mayor control, que producen efectos inmediatos. Los avances científicos están impulsando la masificación de los discursos ideológicos afines a la lucha por el poder en la desigual y conflictiva sociedad contemporánea.

Hasta el presente se puede constatar que los medios de comunicación son indispensables para el crecimiento económico por su eficacia, inmediatez y carácter competitivo internacional, lo que favorece las transacciones en mercados directos y en las bolsas de mercado de acciones y la comercialización de toda clase de productos. Lo cierto es que las riquezas del mundo está en manos del 1% de la población mundial y que la miseria y los conflictos bélicos, con trasfondos económicos, se han agudizado; que la pobreza en la tierra se ha incrementado; que el consumo acelerado de los recursos naturales está contribuyendo con la contaminación de la tierra con basuras y desechos radioactivos y de la atmósfera, con desequilibrios climáticos que de hecho son catastróficos. Los constantes y atroces hechos criminales, las guerras y los actos terroristas ahora se perciben o manipulan ideológicamente en los medios de comunicación, como si fueran proyecciones cinematográficas, que paradójicamente, aunque impactan la memoria, dejan de horrorizar cuando se termina la representación.

Las modernas redes de la informática así como ofrecen las mayores libertades de comunicación hasta ahora alcanzadas, también hacen pensar en los cambios que están produciendo en el mundo; hacen recordar las ficciones sociales distópicas creadas por escritores que reflexionaron sobre lo que podría ser la sociedad contemporánea; Aldous Huxley con su irónica ficción de Un mundo feliz (1932); Herbert Marcuse quien pensó en las consecuencias del consumismo y la cosificación de El hombre unidimensional (1964), y George Orwell, que en su visionaria novela 1984 (1949), destaca el poder del Gran hermano o hermano mayor, que controla un lenguaje absoluto con el que sustenta su poder totalitario. Una bella metáfora que resume magistralmente la trascendencia de los medios de comunicación es la secuencia de cuadros simbólicos de la creación cinematográfica, 20001: Odisea del espacio (1968), con los que Stanley Kubrick recrea la evolución de la especie humana en una dimensión planetaria, que se remonta a los gestos agresivos y sonidos guturales de primates, antepasados remotos de los astronautas que luego de una gran elipsis temporal y espacial viajan en el universo gracias a HAL 9000, una supercomputadora que controla el funcionamiento de la nave, y que en un momento dado con su gran inteligencia artificial intenta dominar a los científicos que la han creado. Definitivamente los seres humanos han desarrollado poderosos medios de comunicación, analógicos y digitales, sagrados y profanos, lenguajes orales, escrituras alfabéticas, jeroglíficas y códigos computarizados, de los cuales ha dependido y depende la supervivencia de la vida en la tierra.